El arranque

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-    Hola, Marina
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-    ¿Hola? ¿Me vas a cortar?
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-    ¡Ah! Es bueno saber que aún te interesa algo de mi vida
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-    No... No, esperá. Nos debemos una charla vos y yo, ¿ no?
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-    ¿Por qué no? ¿No creés que me debes una explicación?
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-    ¡Desapareciste, Marina! ¡Desapareciste de un día para el otro y nunca más supe de vos!
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-    ¡Por favor! Siempre hay otro camino
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-    ¡Ah! Ahora la irónica sos vos
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-    Pasaron 10 años, Marina ¡10 años! ¿Y no pudiste dar marcha atrás?
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-    Veo que todavía seguís aferrada a eso…
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-    No podés ser tan rencorosa y tan..
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-    Eramos como hermanas. No dejo de extrañarte ni un día.
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-    Sos muy cruel. Además, lo decís desde una soberbia, como si vos fueras Madre Teresa de Calcuta. Vos tampoco hiciste nada aquella tarde.
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-    ¡Y sí! Yo hice lo único que podía hacer, frente al shock
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-    Pero ¿preferías vernos presas? ¿Eso querías? Bueno, fijate si la causa aún no prescribió y declará. Pero, lo sabés, vas atrás mio.
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-    ¡Vos la viste! La nena salió de entre unos pajonales y se cruzó en la ruta. ¡No se podía esquivar!
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-    No, eso no lo puede asegurar nadie, son cosas que dicen los forenses para generar culpa y crear morbo.
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-    Ay, Marina, Marina… Te dejo pero estás muy equivocada y lo sabés. Yo te arranqué de allí, yo te pedí que no lloraras, yo planeé todo de manera fría, . Pero también fui yo la que te ordenó, mientras llorabas y llorabas, que te pasaras al asiento del acompañante y que dejaras todo bajo mi control. Y de eso, parece que te estás olvidando. La Marina en quien yo confiaba, solía ser menos ingrata.
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Andrea María Leiva
Agosto 2016

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