Llueve sobre el túnel

Afuera llueve y corriendo por las vías, horadando el aire, la máquina descorre inocentes velos. A la derecha, mis ojos se topan con un desvío, donde hay un túnel iluminado con una luz teatral. Dos vías que no llevan a ningún sitio y entremedio de los rieles hay un hombre sentado en lo que parece una endeble silla. Frente a él, pero alejado, un tablero al que el hombre mira sin ver.
Son segundos que me alcanzan para darme cuenta de qué se trata esa escena. No es un hombre cualquiera, es El Hombre de la Silla y la Lluvia. Ya sabía de él pero nunca lo había visto. Claro, hay que estar muy atento para verlo en tan pocos segundos.
El Hombre de la Silla y la  Lluvia respira y trabaja incesamente en un túnel subterraneo, alli tiene el tablero donde maneja las precipitaciones a su gusto. Él decide cuando llueve y cuando no en la ciudad, la intensidad y la duración, volúmen de las gotas o si todo se transforma en granizo. También puede elegir si las gotas en los charcos hacen globitos o no, incluso muchas veces se divierte inundando la ciudad.
Claro, para él todo es sencillo ya que siempre llueve sobre el túnel y nunca se moja. Desconoce la existencia de los paraguas, pilotos, pilotines o garlochas, ni conoce las bondades de un alero o del refugio en las paradas de colectivo.
Pero su vida es muy triste. Nunca estuvo parado detrás de una ventana viendo llover, nunca tuvo 7 años y pisó los charcos con sus amigos, nunca compartió un paraguas con un amor, nunca una lluvia de verano lo empapó de pies a cabeza y lo hizo sentir un hombre vivo y, finalmente, nunca escuchó el ruido de la lluvia sobre las hojas secas ni vio el cielo abrirse en dos por un bello relámpago.
El Hombre de la Silla y la Lluvia tendrá el poder de decisión sobre la lluvia pero yo tengo el enorme placer de enfrentarla y disfrutarla.

Mi agradecimiento a Pilar que me inspiró con el título, producto de su creación

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